Retrato de un líder: Warren Staley 

En 1966, Warren Staley tuvo un período de capacitación en verano con Cargill, como procesador de datos. Staley solo necesitó unos pocos meses para darse cuenta de que Cargill era el lugar al que pertenecía. En ese momento, la empresa estaba expandiéndose rápidamente en todo el mundo, oportunidad que fascinó a Staley. Después de unirse a la empresa en 1969, década tras década, Staley fue ascendiendo posiciones. Ocupó cargos en Inglaterra y Argentina, y también en Norteamérica y Latinoamérica, e impresionó a sus colegas con su trabajo ético y orientado al equipo. Lo describieron como “discreto y nada ostentoso, más dado a escuchar que a hablar, pero coherente e infatigable al perseguir un objetivo acordado”.

En 1999, exactamente 30 años después de sus inicios en la molienda de maíz de Cargill, Staley fue nombrado nuevo director ejecutivo de Cargill. Era el fin de un siglo y el comienzo de un cambio de enfoque drástico en Cargill. “Permanecer donde estamos no es una opción”, explicó Staley a los empleados. “Necesitamos comprender a los clientes mejor que nuestros competidores y, en algunos casos, comprender las necesidades de nuestros clientes incluso mejor de lo que lo hacen ellos mismos”.

El mensaje fue claro: Cargill dirigiría su atención hacia afuera, profundizando sus relaciones con los socios, colaborando más estrechamente con los clientes y desarrollando innovaciones que respondieran a sus necesidades específicas.

“Si queremos prosperar y crecer, tenemos que abrazar el cambio y liderarlo”.
— Warren Staley, director ejecutivo de Cargill

El nuevo plan de Cargill, llamado Propósito estratégico, fue el contexto que alentó el liderazgo compartido y la diversificación de la industria para distinguir a Cargill de la competencia como un claro “socio elegido” de cada cliente.

La puja por obtener una posición única en el mercado implicó el esfuerzo de darle un nuevo sentido al poder de la marca como elemento diferenciador en 2002. Staley introdujo un nuevo propósito para la empresa: ser el “líder mundial en la nutrición de las personas”, una idea que iba más allá de los alimentos y la agricultura. “Nuestra visión es nutrir el potencial de las personas en los lugares en los que trabajamos”, dijo. La focalización del director ejecutivo en el enriquecimiento de las comunidades llevó equipos voluntarios a países de todo el mundo. En Kenia, Cargill financió tratamientos para las infestaciones parasitarias en más de 150 000 niños. En Vietnam, los empleados construyeron escuelas totalmente equipadas y, en México, decenas de casas nuevas con Hábitat para la Humanidad. Durante la administración de Staley, Cargill recibió varios honores filantrópicos, incluido el Premio a la Excelencia en Servicios a la Comunidad, en 2001, de la fundación Points of Light.

Después de nueve años de liderazgo, cuando se jubiló, en 2007, Staley dejó un legado de colaboración que continúa siendo la piedra angular de Cargill. Su última contribución fue la Academia de Liderazgo de Alto Desempeño de Cargill, que ha capacitado a más de 12 500 líderes empresariales, incluido el director ejecutivo actual de la empresa, David MacLennan. “Contamos ahora con el centro de liderazgo Staley”, explicó MacLennan, “porque él cambió el pensamiento de Cargill respecto del liderazgo”. El ex director ejecutivo Greg Page fue quien mejor resumió los aportes de Staley para el desarrollo de un nuevo Cargill: “Dirigió la transformación de la empresa hacia un proveedor de soluciones para el cliente; instituyó un nuevo modelo de liderazgo compartido, dio nueva forma a la organización de maneras que generaran nuevo crecimiento, y ejemplificó lo que significa ser un ciudadano corporativo”.

En 1969, el joven Staley (tercero desde la izquierda) comienza su carrera en Cargill como comerciante y se abre camino para convertirse en director ejecutivo en 1999.